Ser muy optimista

Hace unas semanas comencé a escribir acá de nuevo, y me prometí que íba a publicar una receta a la semana. Comencé super bien: los huevos rancheros gustaron mucho y la salsita se nos fue como pan caliente. Y la verdad he tenido la cabeza llena de ideas que quiero compartirles, pero se me vino la vida encima. Los creyentes dicen “si quieres hacer a dios reír, cuéntale tus planes. Yo no planeo mucho, pero soy ansiosa y siempre se me atraviesa algo en los planes, para probarme que es mejor dejar todo a su suerte.

En fin, que fui muy optimista. Nos pasaron muchas cosas en las últimas semanas, casi todas tristes y la más retadora me ha tenido bastante ocupada durante estos días: Lola se fue a dar un paseo por el barrio un par de sábados atrás. Una moto la atropelló y le quebró la cadera, y bueno, quienes me conocen saben que esa perrita es mi vida. Y para quienes apenas me están comenzando a conocer: hola, soy Adriana. Tengo dos perras, Lola y Lidia, que son mi vida. Lola tiene 16 años, en los cuales hemos hecho de todo juntas. Lidia es un poquito menor, va a cumplir 15 en setiembre. Ahora que vivimos en le campo, soy mucho más relajada con el tema de dejarlas salir porque tenemos un patio grande y vivimos en un barrio muy calmado, con calle de lastre, por el que apenas transitan carros. Pero Lola está sorda y probablemente no escuchó a la moto.

Hemos estado muy tristes y estresados en casa, turnándonos para pasar la noche con ella y ayudarle a hacer sus cosas, darle agua, darle los medicamentos, hacerle masajes y sobre todo asegurarle que todo lo que ella ha hecho por nosotros se lo vamos a devolver en amor y compañía. Y bueno, esa es la versión corta de la historia: que a veces soy muy optimista pero entonces la vida…

En fin, se supone que este es un blog de recetas, así que además de contarles este cuento les quiero compartir una. El otro día tenía ganas como de un postre. Pero tengo un problema con el azúcar y el calor: siento que no van juntos. O sea, me gusta el helado, pero no me parece refrescante. Las cosas dulces siempre las he asociado más con el frío y acá en General Viejo eso es lo que menos hace. Pero igual tenía ese antojito que casi nunca me da y decidí resolverlo de la forma en la que resuelvo casi todo: improvisando. Les cuento un secreto: improvisar es una gran habilidad para la cocina. Cuando alguien me pregunta cuál es mi consejo para mejorar en esta área, siempre respondo que aprender a improvisar es la clave para cocinar comida más atractiva, innovadora y sostenible.

Para esta receta, vamos a necesitar 4 cosas:

1/2 taza de yogurt natural (si es griego, mejor, para que quede más cremoso el postre).

1 cucharada de mermelada de fresa (la que llevamos a la feria acá en PZ tiene jengibre y estragón y es deliciosa).

1/2 mango cortado en tajaditas.

1/2 naranja cortada en supremas.

Y nada. Lo único que necesitamos es tener ganas de comer algo rico y emplatarlo con intención, que se vea lindo, porque nos lo merecemos. Entonces buscate un plato bonito, que sea un poquito hondo, y coloca el yogurt en el fondo. Agrega encima la mermelada y distribúyela con una cuchara, paleta o tenedor, haciendo una espiral o alguna otra figura que te guste. Y por encima, añade las frutas cortadas en trocitos pequeños. El día que preparé el postre, la única hojita verde que tenía en la refri era eneldo. Y se la puse y la verdad quedó deliciosa, pero podés decorar con hierbabuena o albahaca fresca.

Yo he ido aprendiendo a las patadas que la vida poquísimas veces es como la planeamos. Y que entonces más nos vale hacer pausas y disfrutar de esas cosas pequeñas que a veces, por el trajín y “la gran importancia” que tienen nuestro trabajo, nuestras preocupaciones, nuestra carrera, nos parecen insignificantes: ese pajarito que está haciendo un nido en la palmera al lado de tu ventana. El perro del vecino que se persigue la cola entretenidísimo. La sonrisa de un bebé desconocido que hace contacto visual con vos desde el otro lado del restaurante. Un abrazo de tu mejor amiga. La orquídea que después de años decidió que ya es hora de florear. Un plato de yogurt con jalea y fruta después de almorzar.

Nos merecemos seguir siendo demasiado optimistas a pesar de la vida.

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